Datos inmuebles

Nombre del inmueble – Residencia para mayores Jireysa
Arquitectos – Óscar Miguel Ares Álvarez
Tipo de propiedad – PrivadaFuentona de Muriel, S/N,
Aldeamayor de San Martín, Valladolid, España
47162

Datos de contacto

Valladolid Film Commission
Paseo Acera de Recoletos s/n
47004 Valladolid
Tel: 983 219 438
Mail: filmcommission@valladolidturismo.com

 

La luz, como origen del proyecto; como elemento inmaterial principio del orden estructural, de su ritmo y su proporción. La propia disposición de la parcela, en el eje este-oeste, imponía su búsqueda. El proyecto se concibió desde la sección; a modo de apilamiento vertical compuesto por una sucesión de elementos contrapeados en altura con el único fin de aprovechar al máximo la iluminación natural. No sólo se debía proveer de un estimable ahorro energético sino que además debíamos facilitar una atmosfera más propicia, cálida, para el desarrollo de la vida laboral.

A veces, la arquitectura te da la oportunidad de delatar. De censurar. Cuestionar una manera de entender el alojamiento de uno de los sectores más vulnerables de nuestra sociedad: el de nuestros mayores. En muchos casos viven en edificios que se gestionaron con la calculadora del beneficio, la optimización del recurso económico o la cicatería en la dotación del personal; demasiado negocio sin pensar en sus residentes. Pasillos interminables, semejantes a clínicas, que albergan a ambos lados habitaciones desprovistas de personalidad. El mismo modelo de cama, idéntico escritorio, tal vez el mismo color de toalla. Muy a menudo el traspaso del umbral de la vida útil supone el abandono del hogar; la pérdida del recuerdo, la desorientación, el adiós a lo cotidiano. Una vida que se deja en muros, muebles y paisajes. En ocasiones solo queda vivir. Vida sin hogar; minutos y horas sin reloj.

A veces, la arquitectura te da la oportunidad de reflexionar. Nuestro proyecto debía ser algo más, y así lo entendió Ana; la propietaria. En medio del duro paisaje de la meseta vallisoletana la manida y deseada idea del vergel; pero confinado tras una cáscara de bloques de hormigón aparejados de manera apilastrada que delimitan una frontera entre la hosquedad y la calidez.

La obsesión del proyecto fue la de crear un lugar en vez de un sitio; algo que los arquitectos no sabemos hacer, más preocupados por las cuestiones visibles que las fungibles. Un hábitat donde se volcaron las lecturas sobre Pallasmaa, Aldo Van Eyck, Alberti y tantos otros mitos, los míos, que me daban la oportunidad de hacer aquello de un edificio como una ciudad. Las habitaciones, pequeñas casas, idénticas pero agrupadas de manera aparentemente aleatoria a fin de subrayar la individualidad; y con ella la de cada una de las – subrayo – personas que allí habitan.

Y toda esta agrupación de viviendas, de este pequeño pueblo, alrededor de un jardín en el que crecen acacias, césped y rosales, pero que también permite la visita de la luz y la visión del cielo de aquellos que permanecen postrados. No es casual una cubierta inclinada, como tampoco una puerta-portón a la entrada de cada habitación, ni las sillas y mesas al salir del pequeño hogar; donde los pasillos no son tales si no que forman calles y pequeñas plazas, que permiten la relación próxima con el vecino, el familiar, el compañero; conforme a esa vecindad de sillas en la puerta de casa que tanto conocemos en el medio rural castellano. Todo lo demás ya lo conocéis: el juego de la arquitectura. La ingravidez, la luz, los diálogos de opuestos.

A veces, a partir de la arquitectura, podemos permitirnos estar un poco más cerca de los que fueron todo y merecen más.

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